¿Qué nos pasa con la vejez?

Aquí sí me voy a volar.  Voy a escribir sobre algo que no he vivido y de lo que me será más fácil hablar porque aún no me toca. Voy a escribir sobre la bruja que no perdona, sobre la imposibilidad de moverse bien y de las ganas castigadoras de recuperar tiempo el perdido: voy a escribir sobre la vejez.

Hace algunos años vi un video de una conversación entre Pep Guardiola (exentrenador del Barcelona FC y actual del Manchester City) y Fernando Trueba (cineasta español ganador del Oscar) donde mencionaron en algún rato a la vejez.  Este clip es realmente una publicidad de Banco Sabadell y no sé si alguien tras cámaras escribió el guion y la charla no fue autentica, pero si hubo algo de lo que nunca me olvidé y repetí varios días en mi cabeza, fue esta frase de Trueba: “Los jóvenes están sobrevalorados. Estamos en un mundo donde hay la obsesión por la juventud, los viejos quieren ser jóvenes, todo es para los jóvenes, el suplemento de los jóvenes, la moda de los jóvenes, películas para los jóvenes, estoy hasta las narices de los jóvenes. Me parece que hay un culto desmesurado a la juventud cuando la juventud es una etapa de la vida como otra cualquiera. Deberíamos tener más culto a nuestros viejos, porque los viejos son los que te transmiten cosas, de los que puedes aprender, son el aprendizaje”. Esto me encantó y estoy de acuerdo.

A la vejez la relaciono con el saber y pienso que es etapa más atractiva del ser humano a nivel espiritual e intelectual (en teoría, no todos llegan a ser sabios), porque esta pone a las personas a pensar más con el corazón, a enseñar a los demás y a ver con esperanza al mundo porque vuelven a ser niños. Yo sé que a ustedes sus abuelos los hacen reír demasiado, son dulces, mueres por apapacharlos y abrazarlos y disfrutar de su cariño; y sabes que también son inocentes, creen que eres siempre bueno por ser tú, creen que eres puro y te quieren como los niños que besan y dan amor porque creen que el mundo es bello, creen que enserio eres bueno. Lo triste es que los viejos viven la niñez de nuevo y no se dan cuenta y se quejan de ello, y creo saber por qué.

Retrato tomado en el Malecón 2000 de Guayaquil. Diciembre del 2014.

También está el miedo al rechazo, a no ser tomados más en cuenta para un trabajo porque ser viejo significa ser automáticamente inútil y desactualizado, el miedo a no poder acoplarte mentalmente a las nuevas tendencias porque ya no te da la cabeza, miedo a la nostalgia y a vivir arrepentido. Debe ser angustiante convertirte en un viejo triste, y por eso nos pasamos la vida a veces haciendo tonterías apropósito, para poder contárselo a alguien cuando crezcamos más. También visualizamos nuestra vida estando acompañados y cuando vemos a un anciano solo en la calle, nos asustamos. Todo esto, más que un miedo a la muerte (porque al menos esta es una certeza), es miedo a que no nos quieran. Volviendo a mencionar la entrevista del inicio, hay una parte donde Trueba le dice a Pep que “existe el síndrome del director (de cine) viejo, este es aceptar cualquier cosa (cualquier película horrible) para mantenerte vivo, para salir de casa, para estar en la profesión”, y entonces también pienso que el miedo a envejecer está ligado con el miedo al fracaso. Como ya soy viejo y no me dan tanta bola en el mercado, me toca tomar cualquier cosa que ni me apasione, y seamos sinceros, nadie quiere llegar a eso.

Creo que aborrecen la necesidad de ser sobreprotegidos, de no ser más independientes, de necesitar ayuda para todo y ver su autoestima lastimada precisamente por eso. No dudo ni un momento de la dureza de la vejez, pero siento que ese sufrimiento más que ser físico es metal; nos da miedo envejecer porque nos da miedo lucir tan feos al punto de dar pena, al punto de no poder hacer nada para verte igual de bello que antes, tememos ser ignorados y quedarnos con el único consuelo de parecer tiernos frente a la gente y que nos presten atención por ello, como si fuésemos perritos.

Ahora, veo algo positivo en esta época, y es que percibo que la juventud se ha alargado. Ahora los treinta son los nuevos veinte, tener cuarenta años no significa estar acabado y una persona de cincuenta y cinco años puede considerarse joven ¡Eso sí que nos da chance a más! Ahora hay Padres Millenials, así los llaman (y no sé si el término sea correcto) que buscan estar conectados en todo y actualizarse, y creo que lo hacen también por ese miedo justamente, por no ser relegados y ser llamados viejos por los hijos. A mi padre nunca le gustó que le dijéramos que estaba viejo, a ninguna edad, no le gustaba ni de broma, pero siempre respondía con una broma como: “Pero si yo sigo joven, mírame este cuerpo de torero, parezco hermano de ustedes”, y hasta hoy lo hace a veces.

¿Por qué pensamos que vamos a ser tristes al envejecer? ¿Debería ser necesariamente así? ¿Por qué tememos a la vejez si ese es justamente el camino más cercano a la muerte y a dejar este mundo infortunado? ¿A caso en serio no estamos hartos del mundo como para no querer llegar a la muerte? Ahora mismo me respondo que odiamos al mundo y odiamos a la vida, pero que el amor a la vida es más fuerte que cualquier cosa, y por eso queremos seguir aquí, ojalá jóvenes para siempre.

Anciano fotografiado en Viña del Mar, Chile en noviembre del 2013. Uno de mis amigos lo llamaba “El señor Miyagi”, decía que era igual al maestro de Karate Kid.

Aún me es pronto, pero quisiera detenerme a pensar en cómo quiero llegar a la vejez ¿Y si me dedico a vivir rodeada de animalitos? ¿Y si sólo me dedico a ser saludable y a escribir sin parar? ¿Y si mejor en lugar de solo desear ser joven, también anhelo envejecer para ser sabia? ¿Y si me entusiasmo con la manera en que voy a pensar en esa época? ¿Y si pienso que igual voy a ser hermosa y sentirme así? ¿Y si acepto mis arrugas y digo: “Qué importa, si igual ya fui joven y linda también”?

Miren a Madonna. Se la critica por seguir haciendo música a sus sesenta y un años, por querer modelar, por sentirse sexy, por querer dar un buen show; se la vapuleó mil veces por ser una vieja que  no acepta su edad y la llamaron loca hasta cansarse, pero a ella siempre se rebeló y criticó a la dureza que recibió por parte de la opinión pública. Me atrevo a citarla, una de mis frases favoritas de ella es, “Cuando eres mujer tienes que jugar el juego. Se te permite ser linda y sexy. Pero no parezcas inteligente (…) y finalmente, no envejezcas. Porque envejecer es un pecado. Vas a ser criticada y denigrada y definitivamente no te van a pasar en la radio¿Será que a las mujeres les afecta más la vejez que a los hombres de manera personal y laboral? Bueno, ese es otro tema y no me quiero desviar.

Casi nadie va a tener el dinero de Madonna cuando envejezca, pero sí deberíamos mantener esa pasión por la vida y el amor por nuestro cuerpo y apariencia. Lastimosamente no todas las personas en el mundo tienen la fortaleza mental para llegar a sentir ese poder en la vejez, y no todo el mundo va a tropezar con las mismas piedras en la vida; pero lo que sí creo es que las arrugas no deben ser un motivo de vergüenza, sino de orgullo, deberían ser un motivo para mirarte al espejo y decir: “Muchos ya se han ido, y yo sigo aquí”, y luego agradecer.

Envejecer es dejar de ser atractivo para los demás y no lo queremos aceptar, o tal vez, no queremos aceptar que sí podemos ser atractivos durante la vejez sin importar lo que piensen los demás. A la muerte ya la aceptamos, pero a la vejez no; de hecho preferimos morir antes de viejos, flacos y sin fuerza y valor. Aseguramos inconscientemente que vamos a estar muertos dentro de nosotros mismos cuando ya no nos queramos al reflejarnos en el baño. A nosotros los jóvenes, nos digo, que deberíamos prepararnos para vernos diferente cuando lleguen esos momentos.

Lamento el romanticismo o alguna incoherencia, pero repito que estoy hablando de algo que aún no me pasa en carne y hueso y tan ilusamente digo que quiero prepararme para amar mis arrugas.  No sé nada de esto, pero lo quería decir.

Gracias.

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